En el balcón (988) la autobiografía continúa...

Parecía entonces que la memoria me indicaba a la perfección cada una de las situaciones vivídas, cada uno de los momentos de mi vida... sentí el mismo temblor en mi estómago y mil agujas bailaron por mi espalda y me ví allí, en la inmensa pieza rosada... de nueve años sentada en mi cama... inmóvil, mirándo la luz que entraba por el techo (teníamos tragaluz) y las muchas formas que se hacían con cada una de las particulas polvorientas que flotaban en el aire... Creo que siempre fui una niña muy sola...siempre.

Seguí intentando llamar, no sé por qué quería que alguien me escuchara (si... sabía por qué, necesitaba que alguien me dijera que era importante y que saltando no sacaba nada), claro... las cosas se ven muy distintas cuando uno está centrado y sin alcohol por las venas, pero desde hacía bastante tiempo que esta situación seguía igual y ahora con más regularidad que antes. Me agaché a la orilla del balcón y puse mis piernas dobladas tocándome el estómago y afirmandolas con mis manos, cerré mis ojos y las lágrimas vinieron solas y volví a la habitación rosada... me veo ahí, en la misma posición, pero sin llanto, con los ojos fijos puestos en la muñeca que estaba en el fondo (siempre le tuve un miedo terrible), no quería que se moviera, no quería que pestañeara, por lo tanto yo tampoco lo hacía, me daba miedo todo y yo sabía que ella (la muñeca) también lo sabía.

Sara me preguntaba por qué siempre tenía ojeras (la verdad que quizás el 90% de mi curso en cuarto básico se preguntaba lo mismo), pero solo Sara sabía mi secreto...era mi mejor amiga, solo ella podía saber que no dormía bien por las noches, que siempre sentía ruídos, que alguien se sentaba a los pies de mi cama y sentía ese peso y el movimiento... y sobre todo, sabía que la dama del sombrero (mi muñeca fastidiosa) movía sus ojos. Sara siempre me creyó todo y un día planeamos eliminar a la muñeca entre las dos (a mi me daba terror hacerlo sola), asi que la llevé a la escuela- Bien...acá la traje- le dije, y ella inmediatamente - Viene en la bolsa- Me dijo, -Sí!....¡¡Sácala rápido!!, y cuando ella se disponía a hacer eso ví como de pronto unas manos morenas arrebatana la bolsa de nuestro puesto... era ella... Liliana, mi profesora.

Nunca me cayó bien esa profesora, creo que era por sus aires lésbicos, por el castigo de dejarme sola en la sala haciendo aseo o por que nunca me gustó la educación física (ella era profe de esa asignatura), pero algo extraño había en ella.- Ustedes saben que no pueden traer estas cosas a la escuela- Nos dijo con tono firme (Como la sargento Flash) y llevó la bolsa consigo, luego al par de días la muñeca volvió nuevamente a mi dormitorio.

Mi madre pensaba que yo veía muchas películas de terror, que debía enfrentar mis miedos y que definitivamente eso que yo veía era algo netamente sicológico y así mis miedos se fueron acumulando mucho más, no tenía opciones... Creo que entía tanto miedo como ahora... en ese décimo piso, sola, a oscuras y con montones de alcohol en mi cuerpo... en mi sangre... recorriéndome entera.

Comencé a sentir frío y Sabina y Serrat animaban un departamento cercano, Cristian no llegaba y la voz cada ves se hacía más potente... ¡Vamos... Lánzate de una vez!. Las lágrimas ahora se acompañaban de chillidos y me aferraba a la barra de la ventana, sintiéndo el mismo vacío y quizás peor... necesitaba pensar en momentos de paz, de amor, pero eran tan pocos y más aún cuando aquellos son recuerdos de personas que ya no están. Una vez incluso me llegaron rosas después de una tarde de teatro con mis estudiantes, nunca me habían mandado flores a casa, pero cuando recordé que esa persona ya no estaba, fue peor y mis ganas de desaparecer aumentaban... Una carta... una carta de despedida... y yo seguí son mis culpas y mis miedos... Ahora cantaba Aznar.
(continúa)